Bon Iver (2011).
Estamos ante uno de los discos del año, con eso creo que estaría todo dicho, pero vamos a desarrollar un poco más el argumento que si no queda muy escueto. Hace 3 años Justin Vernon, Bon Iver, nos entregó For Emma, forever ago, que nació de una ruptura sentimental con su novia y profesional con su antiguo grupo, lo que le llevó a recluirse en una cabaña, el disco era una hermosa ópera prima donde se reflejaba a la perfección el aislamiento y el estado de ánimo por el que estaba atravesando, una rareza repleta de sentimientos y susurros, que te hipnotizaba desde la primera escucha. Por las características en que fue concebido el anterior disco y el resultado final, yo tenía mis dudas con este segundo álbum homónimo porque sus circunstancias ya no eran las mismas, además este año los segundos discos de bandas que me enamoraron con su debut, no han llegado a colmar mis expectativas, así que en cuanto salió preferí no hacerme ilusiones sin escucharlo antes. Su extrema sensibilidad siguen estando ahí, pero se atisban rallos de sol en cada composición y esa austeridad instrumental que dominaba todos los temas de su predecesor, se ha transformado en delicados arreglos, repletos de matices, que dan aun más cuerpo a unos temas sobrecogedores, cada tema es una obra de arte que te descubre mil sensaciones a cada escucha, Holocene, Calgary, Towers, Beth/rest... todo el disco en sí es un pequeño universo sonoro que te conmueve y empequeñece a cada escucha. Un trabajo que se posiciona en lo más alto del Olympo musical, es un pecado capital dejarlo pasar sin darle una oportunidad.