Little Nemo (1905-1914).
La estructura de Little Nemo es sencilla (tenía que ser así dada su naturaleza de página dominical para el New York Times), cada página comienza con el pequeño Nemo en la cama antes de dormir y termina cuando éste se despierta, lo que ocurre entre medias es un festín visual y creativo como nunca se había visto ni se verá, en el que McCay, nos relata las peripecias de este entrañable niño en Slumberland (el país de los sueños), aunque en un principio parezcan historias auto conclusivas, cuando uno lee la obra en su totalidad puede apreciar que no es así y que cada historia va profundizando cada vez más en el viaje y las maravillas que va encontrando. Hablar de Little Nemo es hacerlo de un punto y aparte en el noveno arte, porque McCay amplió los límites en los que estaba encorsetado el medio, y con un alarde de imaginación y creatividad sobrenatural, nos describió un mundo asombroso y surrealista. Como todo niño de mi edad si tengo que nombrar mis primeras lecturas de cómic probablemente serían Asterix y Obelix, Tintín, Mortadelo y Filemón, Mafalda... Pero si tengo que hablar de la primera vez que unas páginas me asombraron, tendría que hablar de aquellas en las que el pequeño Nemo utilizaba esa cama con patas para recorrer Slumberland, y que todavía a día de hoy recuerdo con asombro y fascinación.
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